06 agosto 2022

Fin de curso

Notaba en la boca un regusto a tequila y sangre, el primero tan amargo y placentero como el segundo, ambos igual de desagradables. Con el sudor recorriéndole/resbalándosele/deslizándosele desde/por la sien hasta la nuca, con los pies doloridos y la garganta seca como el papel de lija/se hubiera tragado un montón de arena, Adrián bailó. 

Y giró, y saltó, y serpenteó.

Entre un mar de cuerpos que se movían de un lado a otro, un vaivén de asteroides sin rumbo que se encontraban y chocaban entre sí en la inmensidad del universo, una entropía de colores y sonrisas/muecas/gestos de despreocupación, Adrián estiró los brazos lo máximo que/cuanto pudo deseando tocar/acariciar/rozar el techo con la punta de los dedos, poder conocer [así] el límite de las cosas.

Con la música recorriendo cada célula de su cuerpo en éxtasis, Adrián abrió los ojos abruptamente/de golpe/sobresaltado cuando/al tiempo que dos/un par de fuertes y tonificados brazos se enrollaban/enroscaban/anudaban alrededor de su cintura.
 
Tranqui/eh, soy yo —le tranquilizó/susurró Serena con voz melosa, al tiempo que le acariciaba la piel del abdomen/de la barriga en pequeños círculos.
 
Adrián suspiró, aliviado. Una media sonrisa se dibujó en sus labios.
 
—Pensaba tu clase iba a disfrazarse en grupo o algo así —comentó ella.

Se apartó levemente y enarcó al darse cuenta/comprobar que su atuendo no difería de su indumentaria habitual. Adrián soltó una risilla nerviosa.

—Votamos en clase —aseguró—, pero ganó el disfraz de Granjero busca esposa. Maldita democracia.

—¿Tú qué propusiste?

—Que fuéramos disfrazados de las normas APA.

Serena soltó una fuerte carcajada que agitó/conmocionó todo su cuerpo, como si un relámpago/estallido la hubiera atravesado de arriba abajo. Adrián pudo sentir las vibraciones en su pecho. Cuando se hubo detenido, la joven tomó aire y se dejó caer sobre su espalda. Desde que se encontraron, no habían dejado de moverse de un lado a otro, aunque de forma más lenta/pausada, como si el tiempo no fuera ya tan importante. En aquel momento, el mundo era un lienzo de luces centelleantes y sonidos coloridos/tornasoles.

—Ya veo, ya veo. Así que optaste por ir de artista atormentado que sufre a causa de/ por las dolencias mortales, escucha a My Chemical Romance y escribe versos depresivos sobre la muerte.

Adrián movió la cabeza de un lado a otro.

—En realidad iba de fantasma, pero he perdido la sábana. —Levantó la mano e hizo un gesto en el aire, señalando algún punto inexacto en dirección a la barra.

—Mejor —susurró Serena en tono juguetón mientras deslizaba el cuello del crop-top de Adrián sobre su hombro izquierdo. La piel se le erizó—, así hay/tengo más para mí.

El cálido aliento aterrizó sobre su cuello, haciéndole estremecer; después un par de labios se posaron sobre su clavícula desnuda, aspirando/succionando/mordisqueando/mordiendo/pellizcando aquí y allá. Adrián apoyó la cabeza sobre el hombro de Serena y observó con fascinación/fascinado los intrincados diseños de neón que serpenteaban como una hiedra llena de flores por su brazo hasta la sien; sus pestañas teñidas de un azul celes y en sus mejillas dos soles de un vivaz amarillo como dos luceros resplandecientes en una noche cerrada.

Llevado por un repentino impulso nómada y con el corazón palpitándole como el aleteo de un colibrí, tomó entre sus labios/dientes el lóbulo y lo mordió con suavidad. A pesar del ruido ambiente, Adrián pudo escuchar cómo la respiración pegada a su cuello/piel se entrecortaba y exhalaba un pequeño gemido. Los dedos clavados en/anclados a sus caderas se tensaron sobre la cinturilla/el borde de las medias de rejilla que sobresalían por encima de sus ajustados pantalones negros. Una mano empezó a ascender por su costado izquierdo, acariciando la piel candente…

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