01 febrero 2024

Carne sprecata

"El que come mi carne y bebe mi sangre, 
en mí permanece, y yo en él."
Juan 6:56

 

His mouth tasted like ash. His jaw was tense from trying to mash the piece of meat he had been chewing on for a long time without success. Frustrated, V spat it out as if it were cheap chewing gum. The long pig emitted a whimpering whine at his feet. The tourniquet encircling its thigh could barely contain the blood, which was beginning to form a thick puddle on the floor. With a swift movement of his hand, one of the guards removed the fine china plate from the table along with the scalpel.

“Find me someone else who doesn't taste like shit.”

*

La boca le sabía a ceniza. Tenía la mandíbula tensa de intentar machacar el trozo de carne que llevaba rumiando un buen rato sin éxito. Frustrado, V lo escupió como si fuera un chicle barato. El cerdo largo emitió un quejumbroso quejido a sus pies. El torniquete rodeando su muslo apenas podía contener la sangre, que empezaba a formar un charco espeso en el suelo. Con un movimiento rápido de su mano, uno de los guardias retiró el plato de fina porcelana de la mesa junto con el escalpelo.

—Buscadme a otro que no sepa a mierda.

22 julio 2023

Tolerancia al estrés

El olor a sangre y café se me mete en la nariz y quiero vomitar. La jarra de metal aún está caliente y me tiembla en la mano. Los dedos se enredan entre mechones engominados de cabello seco. El tiempo se ha detenido y yo no puedo parar aunque con cada golpe me cuesta más respirar.

La carne se hunde, se encoge desprendiéndose poco a poco del hueso. La sangre chorrea y mi piel se oscurece como estrellas rojas explotando sobre un lienzo blanco.

El cuerpo se tambalea con el primer golpe en la mejilla, saltándosele un par de dientes, llenándosele la boca de sangre, resbalándole por las comisuras; con el segundo trastabilla hacia atrás tratando de agarrarse al borde de la barra, levantando el brazo para evitar el tercer golpe que le deja jadeando y desorientado, sosteniéndose contra uno de los asientos.

Me mira con ojos llorosos, aterrorizados y suplicantes, y yo le observo desde arriba. Me gusta verle tirado en el suelo, agazapado como un cachorrillo abandonado debajo de un coche en pleno invierno.

Le golpeo una cuarta vez sosteniendo la jarra con las dos manos. Le escucho ahogarse con su propia saliva. Finalmente, su cabeza choca contra el suelo con un sonido sordo después de un rato de golpearle sin cesar hasta que los brazos me hormiguean. Todo su cuerpo convulsiona como un gusano retorciéndose entre la tierra húmeda.

Me quedo un rato mirándole. Los ojos abiertos, la frente hundida y la sangre desparramada sobre las baldosas de linóleo como un río abriéndose camino entre las bolsitas de azúcar esparcidas por el suelo. Los muertos permanecen calientes más tiempo de lo que pensaba. Siempre lo había pensado. En el momento en que alguien moría debería ser casi como si se convirtieran en piedra.

Cierro los ojos y noto una sensación cálida en el vientre. Junto las piernas y sonrío. Mi madre siempre me dice que tengo una sonrisa muy alegre.

Y de repente todo vuelve a su lugar. La luz de los focos, el ruido de la cafetera, el murmullo de la gente, los ladridos de perro, la música alta en la radio, las noticias en la televisión, el sudor pegajoso entre las tetas, la arena en la garganta, el roce de las sandalias, el picor del sol en la nuca, la pesadez en las piernas, el dolor en los talones, el aliento mentolado para disimular.

—Llegas tarde.

06 agosto 2022

Fin de curso

Notaba en la boca un regusto a tequila y sangre, el primero tan amargo y placentero como el segundo, ambos igual de desagradables. Con el sudor recorriéndole/resbalándosele/deslizándosele desde/por la sien hasta la nuca, con los pies doloridos y la garganta seca como el papel de lija/se hubiera tragado un montón de arena, Adrián bailó. 

Y giró, y saltó, y serpenteó.

Entre un mar de cuerpos que se movían de un lado a otro, un vaivén de asteroides sin rumbo que se encontraban y chocaban entre sí en la inmensidad del universo, una entropía de colores y sonrisas/muecas/gestos de despreocupación, Adrián estiró los brazos lo máximo que/cuanto pudo deseando tocar/acariciar/rozar el techo con la punta de los dedos, poder conocer [así] el límite de las cosas.

Con la música recorriendo cada célula de su cuerpo en éxtasis, Adrián abrió los ojos abruptamente/de golpe/sobresaltado cuando/al tiempo que dos/un par de fuertes y tonificados brazos se enrollaban/enroscaban/anudaban alrededor de su cintura.
 
Tranqui/eh, soy yo —le tranquilizó/susurró Serena con voz melosa, al tiempo que le acariciaba la piel del abdomen/de la barriga en pequeños círculos.
 
Adrián suspiró, aliviado. Una media sonrisa se dibujó en sus labios.
 
—Pensaba tu clase iba a disfrazarse en grupo o algo así —comentó ella.

Se apartó levemente y enarcó al darse cuenta/comprobar que su atuendo no difería de su indumentaria habitual. Adrián soltó una risilla nerviosa.

—Votamos en clase —aseguró—, pero ganó el disfraz de Granjero busca esposa. Maldita democracia.

—¿Tú qué propusiste?

—Que fuéramos disfrazados de las normas APA.

Serena soltó una fuerte carcajada que agitó/conmocionó todo su cuerpo, como si un relámpago/estallido la hubiera atravesado de arriba abajo. Adrián pudo sentir las vibraciones en su pecho. Cuando se hubo detenido, la joven tomó aire y se dejó caer sobre su espalda. Desde que se encontraron, no habían dejado de moverse de un lado a otro, aunque de forma más lenta/pausada, como si el tiempo no fuera ya tan importante. En aquel momento, el mundo era un lienzo de luces centelleantes y sonidos coloridos/tornasoles.

—Ya veo, ya veo. Así que optaste por ir de artista atormentado que sufre a causa de/ por las dolencias mortales, escucha a My Chemical Romance y escribe versos depresivos sobre la muerte.

Adrián movió la cabeza de un lado a otro.

—En realidad iba de fantasma, pero he perdido la sábana. —Levantó la mano e hizo un gesto en el aire, señalando algún punto inexacto en dirección a la barra.

—Mejor —susurró Serena en tono juguetón mientras deslizaba el cuello del crop-top de Adrián sobre su hombro izquierdo. La piel se le erizó—, así hay/tengo más para mí.

El cálido aliento aterrizó sobre su cuello, haciéndole estremecer; después un par de labios se posaron sobre su clavícula desnuda, aspirando/succionando/mordisqueando/mordiendo/pellizcando aquí y allá. Adrián apoyó la cabeza sobre el hombro de Serena y observó con fascinación/fascinado los intrincados diseños de neón que serpenteaban como una hiedra llena de flores por su brazo hasta la sien; sus pestañas teñidas de un azul celes y en sus mejillas dos soles de un vivaz amarillo como dos luceros resplandecientes en una noche cerrada.

Llevado por un repentino impulso nómada y con el corazón palpitándole como el aleteo de un colibrí, tomó entre sus labios/dientes el lóbulo y lo mordió con suavidad. A pesar del ruido ambiente, Adrián pudo escuchar cómo la respiración pegada a su cuello/piel se entrecortaba y exhalaba un pequeño gemido. Los dedos clavados en/anclados a sus caderas se tensaron sobre la cinturilla/el borde de las medias de rejilla que sobresalían por encima de sus ajustados pantalones negros. Una mano empezó a ascender por su costado izquierdo, acariciando la piel candente…

02 enero 2022

Sunburn

 
Suddenly, the soft feel of the wool encircled his neck, forcing him to lean forward slightly. Halfway through, Kageyama felt a warm pressure on his lips. Hinata tilted his head, pulling them even closer if possible. Those smooth lips moved fiercely over his, as if they were searching for a way to satisfy a thirst he had been feeling for a long time. Kageyama could relate because he had felt that way himself until not long ago.
 
Too much, he thought as he placed his hands delicately on Hinata’s waist. He moaned at the unexpected contact, releasing the ends of the scarf with which he had trapped Kageyama with and wrapping his arms around him again, that time around his neck.

There were not enough words in the world to describe what he was feeling at that moment. The settler’s mind couldn’t cope with the flood of thoughts and sensations that swirled in a cascade of ecstasy.

Kageyama’s fingers managed to find their way to Hinata’s burning skin where the short coat had exposed it. And the reaction was immediate: the middle blocker took a little push and wrapped his legs around Kageyama’s waist, like an anchor tied to the ground. For just a second, their lips parted but soon came back together in a sweet, feverish dance. Little by little, their mouths started to open briefly, allowing Kageyama to feel the tip of Hinata’s tongue. Tasting the fire, tasting the need. He was so intoxicated by the experience of finally touching the sun that all he had ever desired was there. Flying higher and higher was all Kageyama wanted, until his entire self burnt, regardless of the inevitable fall into the sea.

As his lungs started to warn him about the need of breathing, he kept taking and flying, taking and flying.

I can’t stop. I don’t want to stop… But it turned out to be difficult to breathe, so meekly, Kageyama tapped Hinata’s right thigh in an intense silence for making him understand his intention. Miraculously, the middle blocker untangled himself from his feverish and entranced body. Kageyama could exhale a long breath that fogged out in front of him.

Small dots appeared in his field of vision. The truth was that he felt slightly dizzy, perhaps from the lack of air or perhaps from the intensity with which the two had let themselves go. His past self might have ended up passed out, overwhelmed but happy. The present self wasn’t willing for the world to miss the vision that was Hinata at that moment. Moist and swollen lips, dilated pupils and suggestive gaze, strands of long hair (Kageyama made a mental note of being able to sink his fingers into that tuft of hair later; it would surely be like stroking silk) stuck to his forehead. And the corner of his mouth slightly raised.

“What,” Hinata gasped, raspy voice. “You going to make a joke about how I take your breath away?”